Saltana José Mor de Fuentes y su traducción de Gibbon Revista de literatura i traducció A Journal of Literature & Translation Revista de literatura y traducción
PRÓLOGO DEL TRADUCTOR
Estudió el célebre Eduardo Gibbon en una de las principales universidades de Inglaterra, de cuya enseñanza habla él mismo con poquísimo aprecio. Aficionóse sin embargo á los clásicos latinos, y aprendió consumadamente el griego y los idiomas modernos. Dió á luz de muy mozo en francés, y tradujo á poco tiempo en inglés, un Ensayo sobre la literatura, dedicado á su padre, en que manifestó desde luego aquella atinada perspicacia que es el realce distintivo de su obra maestra, la que tradujeron desde luego todas las demás naciones, y que es el objeto de nuestra empresa.

Era de la clase que llaman en Inglaterra de escuderos, que vienen á ser como unos hidalgos de segunda ó menor jerarquía; y hallándose aun en la flor de su edad, fué nombrado diputado de la Cámara de los Comunes. Sobresalían allí á la sazón los eminentes oradores Pitt y Fox, y luego Sheridan, Burke, Windham, etc.; y nuestro Gibbon, con sus ínfulas literarias, prorumpió, por dos ó tres veces, en discursos repentinos, tan poco acertados, que desde entonces enmudeció para siempre en el congreso.

Acongojado con tan amargo desengaño, dejó la Inglaterra, pasó a Paris y luego á Roma, donde ideó su historia, y recojiendo aquella inmensidad de materiales que campean, así en el texto como en las notas, se retiró a Lausana, pueblo de Suiza, donde se vinculó todo en su inmortal intento.

La grandiosidad romana, que abulta aun sobremanera, embarga y asombra la humana fantasía; y los reinos modernos de Europa, Asia y Africa aparecen como meras provincias para los ámbitos inmensos de aquel ajigantado poderío.

Como quiera, dedicóse Gibbon á historiar los acontecimientos espantosos y las interioridades que fueron arrollando el estado entero, hasta aniquilarlo con la toma de Constantinopla por los Turcos. En este espacio de mas de mil años, van asomando naciones diversas en índole, civilización y costumbres; así Persas, Jermanos, Godos, Árabes, etc., todos quedan tan al vivo retratados, que la vista embelesada está presenciando sus personas y sus hechos en aquella galería de cuadros, en aquel verdadero panorama, en aquel anfiteatro pintoresco de mil decoraciones, con las pinceladas y subidos matices que realzan á individuos, pueblos, paises, el universo entero.

Si me es dado manifestar mi opinión acerca de esta obra, la conceptúo absolutamente la mas instructiva y provechosa de toda la literatura antigua y moderna. Moral, política, elocuencia, todo se encumbra hasta la esfera mas eminente que puede abarcar el entendimiento humano.

Quizá no todas las opiniones del autor merecerán la aprobación de algunos; pero el conjunto de obra tan grandiosa y tan sublime triunfará siempre de la censura y de los reparos de lectores mas ó menos preocupados.

Quizás adolece á trechos de la propensión irónica de Voltaire, ajena de la gravedad de un historiador imparcial; pero prescindiendo de este lunar, el raudal siempre grandioso de la narración, los vivos retratos de sus personajes, la filosofía profunda, las contraposiciones poéticas de sus cuadros sublimes, y por fin la elocuencia de sus cláusulas: todo la constituye magnífica, excelente, incomparable.

En Inglaterra, desde su primer asomo, así escritores particulares como periodistas, todos se aunaron para vitorear al autor, calificándolo de «Rey de los historiadores». Pero sea lo que fuere en cuanto al merecimiento mas ó menos cabal de dictado tan esclarecido, parece siempre innegable que la obra sobresale entre las mas eminentes de esta clase.

¡Ojalá que el desempeño del traductor (en el idioma de suyo mas entonado, mas histórico y mas oratorio de Europa) corresponda colmadamente á sus deseos, y ante todo al mérito del orijinal!

Solo falta advertir que la presente traducción se ha hecho de la última edición inglesa por Milman, con las notas de este y de Guizot, segun podrá verse por el prólogo de aquel que sigue á continuación, y enterará al lector del mérito de la obra y del objeto de las anotaciones.

Barcelona 1º de julio de 1842
A GIBBON, EL TRADUCTOR
Tantum alios inter caput extulit omnes,
Quantum lenta solent inter viburna cupressi.

                                                            Virjil

Descolló con su frente, á la manera
Del ciprés sobre el mimbre, hasta la esfera.

Almo loor al ínclito portento,
Loor sin fin al inmortal dechado,
Que en el ámbito inmenso de su Historia,
Cifró lo sumo del saber humano.

Al ver en pompa, y con matiz subido,
El orbe todo al vivo retratado;
Cuanto horroriza la Maldad sañuda,
En denegrido y pavoroso cuadro,
Tanto (cual Virgen del sin-par Murillo)
La inefable Virtud, con puros rasgos,
Endiosada aparece en el empíreo,
La fantasía atónita embargando.

Con ceño augusto y majestad romana,
Sí, al son perenne de triunfal aplauso,
Raudo Salustino y Tácito profundo,
Catástrofes inmensas historiando,
Sus claras sienes del sepulcro alzaron;
Con mil obsequios, á porfia entrambos,
Sus ínclitas guirnaldas ofrecieran
Al escelso Adalid que, en vuelo osado,
Al sólio se encumbró de su carrera.

Allí Minerva, en su vital regazo,
Lo abrazó, lo estrechó, con un torrente
De entrañables y espléndidos halagos;
Y con tenaz ahínco fue vertiendo
Sabiduría en su sediento labio.
En maternal afan mas y mas arde,
Y exhalando cariño redoblado,
En él con tierna majestad se espeja,
Y prorumpe, en acento sobrehumano:
«Mira el coloso del Romano imperio,
Y al despeñarse, por el rumbo infausto
De tantas bárbaras conquistas,
O bien sumirse en yecto menoscabo,
Rasguea al vivo, con sublime pompa,
La trajedia sangrienta de mil años;
Sombrando, en pavoroso desenlace,
La catástrofe horrenda de Bisancio.»

Luego, al vaiven del maternal arrullo,
En su pecho la gloria consagrando,
De la Verdad augusto lo enamora,
Entre aquel señorío ajigantado,
Cuyos fragmentos, tras su vil destrozo,
En poderosos reinos se trocaron...
Y todo lo abarcó el sin-par Alumno.

Al contemplar su objeto idolatrado,
Arde sin fin su escelsa fantasía,
Y mas y mas, con peregrinos rasgos,
Labra en realce el portentoso mapa
Que en perspectiva inmensa va mostrando,
Y en rudo vuelo el orbe señorea;
Cual águila imperial, que en pos del astro
Animador de plantas y vivientes,
Se remonta con rumbo denodado.

La Equidad es el sol que á Guibbon guía.
Y resplandece, en sus grandiosos cuadros,
Con tan intenso ardor, que el torpe Vicio,
Ante la imágen celestial postrado,
En vil oprobio contrapuesto yace.

Entre el vaiven violento y sanguinario,
Brilla una alfombra de vistosas flores,
Ríe un pensil de frutos regalados,
Y en teatral decoracion campean
Florestas, mieses, cumbres y peñascos;
Y ostentosas ciudades y jentío
Que en paz risueña, ó en guerrero estrago,
Aparece y descuella y vive y habla,
Obra cabal de tan maestra mano.

Al par de la política sublime
Que reina con poético entusiasmo
Su acendrada Moral, su recta punta
Al escritor magnánimo franqueando;
Las humanas acciones sentenciadas
Quedando van ante su escelso escaño.

Cuantas naciones por el ancho globo,
El Romano confin hollar osaron,
Todas al vivo asoman retratadas
Del alto númen al pincel gallardo;
Y leyes, religión, costumbres, traza,
Indole y armas y nativo estado,
A su debido punto, en fiel reseña,
Cuajan el pintoresco anfiteatro.

Y entretanto la májica elocuencia,
Con grandioso y dignísimo aparato,
Los objetos rasguea é ilumina,
En negras sombras, ó en matiz dorado;
Y hasta el raudo Británico lenguaje,
Con general asombro y propio pasmo,
De confin a confin de la alta Historia
Campea con blason Ciceroniano.

Mas la Crítica sábia allá rastrea
Algun lunar en el inmenso cuadro,
Y con afan solícito acabala,
La suma perfección y el logro ansiado:
Y al par entonces fervorosas todos
Desfogan su ardientísimo entusiasmo.

La Europa entera, en sus modernas hablas
Fue la excelsa presea atesorando;
La España sola, con la augusta pompa
De su grandioso idioma castellano,
En tan indigna privación yacía...
Salga, ya es hora, del baldon aciago;
Arroje allá tan vergonzoso sueño;
Salga por fin, con esplendor galano,
De esa oficina activa y descollante
Que tanto escrito ameno, culto y sabio,
Con redoblado afan y fausto tino,
A la pública luz está mostrando.

Ea, el primer Historiador del orbe,
Con entrañable y general aplauso,
Por siempre cunda, y la nación adore
De la Razon el inmortal sagrario.

(aquí si firma) José Mor de Fuentes
FUENTE
(Or)  Edward GIBBON, Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano, traducción de José Mor de Fuentes, Barcelona: Imprenta de don Antonio Bergnes de las Casas, 1842.
Derechos de autor José Mor de Fuentes y su traducción de Gibbon